La figura del árbitro (I)
En este artículo voy a profundizar sobre la figura
del árbitro de fútbol, esa persona que en medio de los jugadores, imparte
justicia.
El árbitro de fútbol, a pesar de lo que piensan
ciertas personas, no es dios, ni una máquina perfecta, es una simple persona,
al igual que los jugadores.
Cuando un árbitro es designado para un encuentro,
empieza su preparación. No es lo mismo un equipo que otro, una hora que otra,
ni un campo que otro, todo influye en su preparación psicológica.
Cuando llega al campo, suelta su bolsa en el
vestuario, y coloca encima de la mesa el acta arbitral. Sale del vestuario y
habla con el delegado, o el entrenador, o algún jugador, mientras piensa en el
partido, visionando el terreno de juego.
El hablar con los jugadores o técnicos, o con la
afición antes del encuentro, le da al árbitro una visión de cómo puede
desarrollarse el encuentro y los problemas que podrán venir.
Siempre, hay alguien que le refiere algún compañero
suyo, que arbitró hace una o dos semanas, y le comenta los fallos, nunca los
aciertos, con esas personas el árbitro sabe que tendrá problemas, porque solo
ven los fallos ajenos a su equipo.
El trencilla debe estar en todo momento metido
dentro del partido que en breve dará comienzo, y pensar que está ahí para
aplicar el reglamento y las normas subsidiarias que de el emanan.
Mientras se viste, deja los prejuicios en el
vestuario, coge su silbato, sus tarjetas, su chivato, su moneda y sale al final
del túnel, donde los dos equipos lo esperan para saltar al terreno de juego y
comenzar el partido, un partido que estará cargado de emoción, de aciertos y de
fallos…
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